sábado, 7 de febrero de 2009

Día 5 - a vueltas con las mosquiteras y Senegambia



La vuelta a la zona de Senegambia, significaba que no teníamos sitio para dormir esa noche. Como siempre, el problema, que no lo era, lo solucionaron Ebrima y Pa Modou, y acabamos en una casa preciosa (Lavender Lodge) de un gambiano conductor de autobuses en Londres, que siempre que puede se escapa a su lugar natal. La casa la cuidan sus hermanos.

Al día siguiente habíamos quedado en ir a repartir 100 mosquiteras en Lamin y otras 100 en Mandinari, y lo que parecía algo sencillo, se convirtió en toda una lección de cómo funciona el mundo.

La primera tentativa de comprarlas, fue yendo a la farmacia donde las compraron los catalanes de Stop Malaria. Sólo tenían 26, así que al comentarles que necesitábamos más, nos dijeron que las nuevas tendrían que ser a 300 dalasis en lugar de a 250. De ahí la frase lapidaria de Gustavo a Raquel por teléfono “en el momento en el que se enteran que tienes una necesidad, te suben el precio!”.

Ebrima se ofreció a subir a la capital y a buscarnos las mosquiteras a mejor precio, porque no le parecía bien. No tenemos claro de dónde las ha sacado a 200 dalasis. Lo que sí que tenemos claro es que era lo que había, y era o eso o nada. Nos trajo dos tipos, las impregnadas desde el comienzo, en el tejido, y otras de dudosa impregnación. Le pedimos 400 de las primeras, pero al ir a por ellas a Banjul, nos llamó diciendo que de esas sólo había 10 en el almacén. Así que al final tuvimos que comprar las que realmente no queríamos, pero así funciona África. Hay lo que hay, no lo que tú quieres.

Por la tarde decidimos ir a una fábrica de batik. Para nuestra decepción, era un patio que podría haber sido similar al que estuvimos en Burkina, pero no había nadie haciendo batiks, sólo mujeres vendiendo las telas. Los batiks eran muy feos y por una especie de pañuelo de algodón, pedían más de 20 euros. Aquí no regatean como en otros sitios. Si no estás de acuerdo con el precio, pues te vas. Creo que están bastante acostumbrados a que les paguen lo que piden.

De allí nos fuimos a un parque natural cercano a Lamin a intentar ver pájaros. Como en toda África, lo que le falta es el mantenimiento. Lo fundó un inglés y yo creo que tal cual lo dejó, así se ha quedado. Hay números bajo los árboles a modo de jardín botánico, pero no hay ninguna guía o folleto que nos aclare qué es qué. Los bancos semi rotos y el centro de recuperación de animales huérfanos, reconvertido en una suerte de zoológico donde hay unas hienas, una familia de badunios, un karabú rojo y un par de cacatúas. Nos acompaña en la visita un chico que estudia secundaria y que quiere ser zoólogo. Nos cuenta que tenían un león pero que se escapó y tuvieron que matarle. Que traerán otro, seguramente de un zoo de Holanda porque es más barato que traerlo de África, ya que se puede hacer un intercambio de animales. Qué mundo. Se nos hizo de noche dentro del parque y Pa Modou, el conductor, terminó llamando a Ebrima, el traductor, que nos llamó preocupado por si nos había pasado algo.

Esa noche fuimos a cenar al Ali Baba en Senegambia, un restaurante para turistas y gambianos ricos, con música en directo. El paisaje de mestizaje sigue llamándonos a todos la atención. Hay mucha mujer mayor, pero muy mayor, con chicos gambianos jóvenes y viceversa.

Quizá, porque el mundo es mundo, el ver a un carcamal con una jovencita no nos resulta tan extraño, pero sí al revés.

1 comentario:

  1. Vaya, vaya, conque un carcamal puede estar con un pimpollo y una carcamal está mal visto que ande con un bombon. ¡Que cosas! eso que estamos en el siglo XXI.
    Carmen

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